domingo, 29 de enero de 2012

Retablo de San Miguel arcángel de la iglesia de Abi (Huesca)

En el Museo Diocesano de Barbastro se custodia desde 1978 un retablo dedicado a San Miguel arcángel proveniente de la localidad ribagorzana de Abi. El retablo está formado por tres tablas, la central con la figura del titular y en las laterales San Julián y San Jerónimo y se encuadra dentro del gótico hispano-flamenco de la segunda mitad del siglo XV. Ha sido atribuido al denominado maestro de Viella, identificado como colaborador y discípulo de Pedro García de Benabarre.



La más interesante de las tres es la tabla central donde San Miguel se representa pesando en la balanza las buenas y malas acciones de los hombres en forma de dos figuritas blancas, mientras Satanás trata de desequilibrarla para conseguir la condenación del alma.  El Santo ha cambiado la túnica con la que se le representa en el periodo románico por la armadura militar y la lanza, elementos identificativos del mismo, junto a la balanza, a partir del siglo XV. Su naturaleza de arcángel queda clara por las alas, de manera que se evita la confusión con otros santos guerreros, como San Jorge. El rostro aparece sereno, con los párpados caídos, lo que contrasta con el oscuro semblante del demonio vencido a sus pies que se representa como un monstruo antropomorfo e híbrido cuya fealdad expresa su maldad, con tres cuernos retorcidos, tres cabezas, patas de ave y alas de murciélago.



El arte del último gótico intentaba acercar lo pintado al mundo real, de ahí el interés por el detalle y por la representación de las calidades táctiles de las superficies: el frío reflejo metálico de la armadura, el relieve de la cota de malla, los adornos de la diadema, o los broches de la capa, la suavidad de las plumas de las alas y los cabellos. El gusto por la suntuosidad de la pintura aragonesa de fines del XV, queda bien patente en los brocados de la capa y los fondos dorados con aplicaciones de yeso en relieve de tipo vegetal. Junto con el predominio de los colores brillantes e intensos, da lugar a imágenes de gran impacto.
Pese al empleo del oro en el fondo, que nos remite al mundo gótico, hay un intento de crear la ilusión de profundidad mediante la representación del enlosado en fuga hacia el fondo, aunque no se ha resuelto de una manera científica, sino empírica e intuitiva. Estos suelos de azulejos con motivos florales son muy frecuentes en la pintura gótica aragonesa y reproducen solerías reales.

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