jueves, 31 de mayo de 2012

La Piedad (Roger van der Weyden)

Roger van der Weyden  está considerado el pintor más célebre e influyente de la escuela flamenca en el período gótico. También se le conoce como Roger de la Pasture o Rogier de le Pasture. Fue contemporáneo de Jan van Eyck, aunque no llegaron a conocerse. Nombrado maestro en Tournai en 1432, en 1435 se instaló en Bruselas, que se convirtió en su residencia habitual. Allí creó un taller y fue nombrado pintor oficial de esa ciudad (1436).
Estuvo en Italia para ganar el jubileo de 1450, y allí conoció las obras del pintor Gentile da Fabriano. Roger van der Weyden influyó en prácticamente todos los artistas de su entorno, tales como Hugo van der Goes, Hans Memling, Petrus Christus, Dirk Bouts y Gérard David. Su hijo Pierre también fue pintor, aunque no tan destacado.


Sus únicas obras firmadas eran los cuatro paneles dedicados a la justicia que estaban en la Sala dorada del ayuntamiento de Bruselas y que se perdieron en los bombardeos de 1945. Así pues, no se conserva nada suyo firmado aunque las atribuciones son muy poco cuestionables
Su obra se distingue tanto por la interpretación de temas religiosos (patéticos y marianos) como por sus notables retratos (Retrato de Felipe III de Borgoña). Pinta al óleo sobre madera, en panel único, dípticos o polípticos. En sus primeras obras su estilo es marcadamente gótico, hierático con fondos dorados. Posteriormente evoluciona hacia líneas sinuosas y fluidas en cuerpos y en drapeados. Sus personajes presentan un marcado corte realista.


Este cuadro de La Piedad resuelve el tema tantas veces repetido con una asombrosa economía de medios. Puede apreciarse aquí una apretada síntesis, una condensación del asunto, reducido a sus cuatro principales personajes: Cristo muerto, la Virgen Madre, san Juan y María Magdalena. Las figuras aparecen estrechamente agrupadas, de un modo unitario, en un paisaje mínimo, sin más alusiones accidentales al drama que la calavera –la de Adán, según las tradiciones medievales-, el bote de ungüentos y el pie de la cruz, que destaca sobre el resplandor del ocaso. Toda esta concentración, que está eficazmente al servicio de la expresividad, es la fuente de la tremenda emoción que provoca esta pintura.

1 comentario:

  1. Sobrio y exacto como el propio cuadro. No se puede decir más con menos. Un artista y maestro total como hemos podido ver recientemente en la Crucifixión de El Escorial.

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