Boucher pinta este cuadro en 1743. En él se exhiben los
encantos femeninos sin ningún tipo de pudor y sin necesidad de acompañarse de
artificios narrativos. Las suaves y sensuales formas de la joven representan lo
que son, sin necesidad de recurrir a temas mitológicos o asuntos bíblicos. La
luz y los colores claros y tiernos se ponen al servicio de la exuberancia
decorativa a la moda. Hay dos modelos que suelen repetirse en la pintura, de
Boucher, uno estilizado, fino, elegante y otro más grueso y más vulgar, pero
siempre dentro de una vulgaridad elegante.
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