Este óleo es una de las primeras
representaciones de los santos Pedro y Pablo que pinta Doménikos Theotokópoulos,
más conocido como El Greco, diferenciándose de las otras parejas de santos en
que aquí aparecen pintados de medio cuerpo.
El cuadro sorprende por su contenido
argumental y su riqueza cromática. Aunque el tema central es la reunión entre
los dos apóstoles después de haber mostrado su desacuerdo, se insinúa una
reconciliación no cumplida en las manos unidas que se cruzan sin llegar a tomar
contacto. Al mismo tiempo, muestra un gesto de cesión o reconocimiento por
parte de San Pedro, que se representa como un anciano cansado en un fondo de
nubes que se abre al azul del cielo para resaltar la aureola de santidad y llevando
las llaves de la iglesia. A su lado aparece la poderosa imagen de San Pablo en
la plenitud de su madurez, sin aureola, con túnica verde y manto rojo,
sujetando con orgullo la espada o atributo que le es propio.
Las figuras estilizadas se
envuelven con pesados mantos que impiden contemplar su anatomía, destacando
sus pliegos en los que se crean sugerentes contrastes luminosos. Y es que, como
buen conocedor de la Escuela veneciana, El Greco modela a través del uso de
luces y colores, utilizando una pincelada rápida y vigorosa que empasta la tela
haciendo perder los detalles. La espiritualidad de los santos está resaltada en
sus rostros, claramente diferenciados para avanzar el naturalismo de años
posteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario