Inspirado en la leyenda apócrifa
recogida en la “Leyenda Dorada”, Ribera presenta la escena del martirio al aire
libre con el Santo en posición acusadamente diagonal con la que consigue reforzar
la sensación de violencia del momento. Mientras que uno de sus verdugos le ata
la pierna, el otro está ya desollándole el brazo apreciándose la tonalidad
rojiza de los músculos. El gesto del apóstol es uno de los elementos centrales
de la escena, captando con gran rigor el gesto de dolor con los ojos y la boca
extremadamente abiertos y el ceño fruncido. Una capa del mismo tono que su
cuerpo le cubre ligeramente, mientras que sus pies hay una cabeza de
inspiración clásica, posiblemente la del dios Baldach que fue milagrosamente
destruido por el santo, que contrasta con los naturalistas rostros del fondo.
De esta manera, la composición se organiza a través de una trama de diagonales
que dotan de ritmo al conjunto.
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