En esta obra de gran tamaño,
Pradilla presenta una escena en la que Doña Juana la loca y su hija se
encuentran en un ambiente íntimo, para cuya arquitectura el pintor se inspiró
en el Palacio de los Duques de Frías en Ocaña. La atmósfera de desolación y
tristeza queda patente sobre todo en la figura de la Reina, que vestida de luto
junto a la ventana, dirige su triste mirada al espectador. En toda la pintura
se aprecian pequeños detalles como los vestidos, adornos y objetos que
evidencian un gran rigor arqueológico y que transmiten una perfecta
ambientación histórica.
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