Este tríptico de las Tentaciones
de San Antonio está considerado como una de las mejores obras de Jeroen
Anthoniszoon van Aeken, más conocido como “El Bosco”. San Antonio fue uno de
los santos que más apareció en su obra por las posibilidades que ofrece como
modelo de conducta del buen cristiano frente a las tentaciones del mundo. San
Antonio se retiró a meditar al bosque y sufrió todo tipo de tentaciones, ataque
y acoso de los demonios
En el panel central se concentran
todo tipo de tentaciones. En el centro geométrico del cuadro se sitúa la figura
del Santo, con un rostro sereno, hacia el que convergen los diferentes grupos
de monstruos y personajes grotescos. Los primeros ocupan los cuatro elementos:
vuelan por el aire, escapan del fuego de un incendio en el horizonte, caminan o
se arrastran por la tierra y bullen en el agua oscura del río inferior; del
interior de una gran cereza salen unos personajes que incitan a la lujuria, a
la vez que los que preparan la mesa junto al Santo invitan a la gula; la
confusión general promueve la herejía y la pérdida de la fe, ante lo que San
Antonio únicamente puede reaccionar con la plegaria. En la torre en ruinas se
representa un altar con el crucifijo como única vía segura de salvación.
La escena que ocupa el panel
lateral izquierdo del tríptico según la vista del espectador se conoce como El
vuelo y caída de San Antonio. En él se muestra una de las torturas a las que el
Santo fue sometido, en la que los diablos sostienen su cuerpo y lo elevan por
los aires para después dejarlo caer. En el cuadro podemos ver los dos momentos:
cuando el Santo está volando sobre los cuerpos monstruosos de los diablos y
cuando sus compañeros frailes le recogen medio muerto. Dos detalles curiosos
hay en esta representación: por un lado, el extraño pájaro con patines que está
en el estanque sostiene en su pico la firma del autor, y por otro su posible
autorretrato en el campesino que ayuda a los monjes a sostener a San Antonio.
La escena del panel del lado
contrario se conoce como San Antonio y la reina de los diablos. Al Santo le
acosan diversas visiones que le llaman a los placeres mundanos: en el centro
una princesa endemoniada le ofrece su cuerpo desnudo; abajo, una mesa llena de
manjares y sostenida por seres desnudos le recuerda el hambre provocada por el
ayuno del retiro.
Es increíble que en esa época hubiera un artista con esa visión tan maravillosa de su pintura
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