En esta obra Alsina rompe de manera contundente con la pintura académica. El pintor plantea la muy burguesa costumbre de dormir una buena siesta en un confortable sillón, por cierto, algo pasado de moda para lo que se llevaba en la época. En resumen, se trata de una escena banal que no aporta nada de particular, resuelta con una pincelada resuelta con un cierto toque impresionista y una gran relevancia del claroscuro
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