En este cuadro Ricci presenta uno de los episodios más conocidos de la vida de María Magdalena. Se presenta a la santa extenuada por la penitencia y la meditación, como se deduce por el libro abierto sobre el que se apoya, la calavera bajo el querubín de la derecha y el flagelo que empuña el angelito junto a su rodilla. La Magdalena se desmaya en los brazos de uno de los ángeles que tienen la misión de transportarla de la tierra al Paraíso.
María Magdalena está sentada
sobre una estera, trazando con su cuerpo una potente diagonal que es realzada
con la figura del angelito de espaldas, colocado en la zona inferior con un
flagelo y con la gran ala del ángel que sostiene su cabeza en sus brazos. El
pintor compensa la composición a la izquierda con otros dos ángeles de rizados
cabellos y dos querubines que miran absortos la escena. Llama poderosamente la
atención el tratamiento tan poco femenino que Ricci otorga a la santa. Sorprende,
no solo la musculatura, sino también la forma del cuello, muy ancho, así como
las duras y poco agraciadas facciones del rostro. Todo esto contrasta con la
belleza, suavidad y dulzura que emanan los ángeles de la izquierda.
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