Blasco de Grañén
recoge en este cuadro el milagro de San Miguel en el Monte Gárgano. Cuenta la
leyenda que había un hombre, también de nombre Gárgano, dueño de varios rebaños
de ovejas así como de algunos toros y bueyes, uno de los cuales se perdió un
día. Al volver con sus animales a casa y darse cuenta de que faltaba recorrió
toda la zona en su busca. Lo encontró en la entrada de una cueva, en la cumbre
del monte e, iracundo contra el animal, le disparó una flecha envenenada que,
al cambiar la dirección del viento, se dirigió hacia él clavándosele en un ojo.
Cuando se dio cuenta al obispo de Siponte de este suceso, el prelado ordenó
tres días de ayuno y rogativas, durante los cuales se le apareció el arcángel
informándole de que él era el protector de aquella cueva existente en la cima
del monte y como custodio del lugar en el que había decidido morar, había
desviado la flecha. Finalmente, tanto el obispo como los habitantes de la
ciudad acudieron en peregrinación hasta la cima postrándose al llegar a la
cueva en señal de respeto hacia san Miguel.
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