Esta pintura, de hacia 1620, ha
sido interpretada como una alegoría de la juventud entre el vicio y la virtud.
Sin embargo, es María Magdalena quien se arrepiente, recibiendo la ayuda de un
ángel que le ayuda a resistir la tentación de la envidia, encarnada por una
anciana y un personaje que maneja serpientes. La riqueza de la ejecución es
parte de la tradición de los maestros flamencos. El brutal realismo de las
figuras y los efectos de la luz recuerdan la tradición italiana del claroscuro.
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