Esta pintura, actualmente en el Museo de Huesca, forma parte de un conjunto de cinco tablas de un retablo procedente de la Iglesia de San Pablo de Zaragoza. Cuatro de ellas representan a santos entronizados (San Pedro mártir de Verona, San Bartolomé apóstol, San Esteban protomártir y Santo Domingo de Guzmán) y la quinta la imagen sedente de Nuestra Señora del Rosario ocupando el lugar central como posible titular del retablo. Las tablas de San Bartolomé, La Virgen y San Esteban llevan en la parte superior una franja con el mismo brocado de motivos florales y vegetales.
San Bartolomé se representa en primer plano, de cuerpo entero, sentado ligeramente en tres cuartos hacia su izquierda. Va vestido con túnica y manto blanco salpicado de grandes flores que se repiten simétricamente y ribeteado en oro. Luce melena larga y barba bifurcada negras. Rodea su cabeza doble aureola dorada. Bajo su brazo derecho sujeta un libro, Sus atributos personales son el alfanje que toma por la empuñadura con su izquierda, instrumento con el que fue desollado vivo, y los demonios encadenados, situados a sus pies al lado izquierdo; a uno de ellos lo pisa aludiendo a las dos veces en las que el santo encadenó al diablo, cadena que sujeta con su diestra.
El sitial se eleva sobre una plataforma de perfil poligonal. Está decorado con molduras y rosas. El respaldo queda cubierto por un paño de telas recamadas.
Su martirio le supuso el patronazgo de las corporaciones que trabajaban el cuero. En lo referente al pasaje del demonio se le invocó contra los espasmos, convulsiones y enfermedades nerviosas en general.
La entonación general de la pintura es oscura, aunque la capa del santo y los brocados resaltan la contrarrestan.