Navez pinta este cuadro durante
su estancia en Roma en 1820. Vemos en la obra la influencia de los pintores
italianos del quattrocento que se daba en un grupo de pintores alemanes
residentes en Roma en esa época. La idea del amor fraternal se traduce estéticamente
en la gracia de la línea depurada, la palidez de tonos y la atenuación del
modelado. Navez tampoco descuida el realismo de la representación que le había
inculcado su maestro que queda patente en los trajes.