En esta escena la figura del niño
Jesús ocupa el centro de la composición que se organiza por dos diagonales que
forman a su vez dos triángulos invertidos. Sobre él la Trinidad Celestial, con
el Padre Eterno y la paloma representando al Espíritu Santo. La Trinidad terrena
la forman la Virgen a la izquierda del espectador y San José en el lado opuesto.
El Padre abre los brazos para acoger a Jesús mientras que con la mano izquierda
sostiene el orbe celestial. Una corte de ángeles rodea la Trinidad Celestial
conformando así el rompimiento de Gloria. La Virgen aparece con los atributos
de la Inmaculada, mientras que San José se representa con la vara florida. (texto
basado en el catálogo online del Museo de Navarra)
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