Los tiempos de guerra aportan a
la obra de Picasso los temores que ésta le provoca. En “Tres cabezas de cordero”,
pintada en 1938, con posterioridad al Guernica, no refleja tan directamente el
tema de la muerte, pero sí su esencia. Combina a partes iguales la figuración y
la disociación, ya que está presente la perspectiva y la representación
natural, pero combinadas la vista frontal y la posterior. De esta manera se
observa sin dificultad como en el cráneo superior no cuadra la línea de los
ojos con la de las mandíbulas, pero en el conjunto de la composición, Picasso
sigue respetando la perspectiva, ya que está bien definida una línea horizontal
con la que distingue, además de con el colorido diferente, la mesa de la pared.
Son formas naturales con unos toques de cubismo que el pintor todavía tenía
impregnadas en su esencia
“Tres cabezas de cordero”
representa una escena en la que Picasso trata de expresar el dolor y la
frustración que siente por el avance de los fascismos en el mundo. Muestra a
través de unos frívolos y sangrientos cráneos la preocupación hacia la
creciente violencia. Ha pintado la muerte sobre una mesa cubista, pero aparece
maquillada tras unos colores cálidos, aunque demasiado rojizos para llenar la
composición de esa sensación agria que la inestabilidad política le estaba
produciendo. Con este cuadro continúa con su producción de obras de su etapa
expresionista, con la que se abre ante el mundo para expresar lo que la guerra
le estaba causando internamente.
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