Esta obra formaba parte del
conjunto mural que Goya realizó para la capilla del palacio zaragozano de los
condes de Sobradiel entre 1771 y 1772, por encargo de Joaquín Cayetano Cavero y
Pueyo; posteriormente las pinturas fueron extraídas del muro y trasladadas a lienzo;
en 1929 la condesa viuda de Gabarda las depositó en el Museo de Zaragoza hasta
su venta y dispersión en 1932. Esta escena del entierro de Cristo estaba
pintada en el techo de la capilla.
La escena tiene como eje de la
composición la figura de Cristo en la entrada de una cueva recibiendo la luz
del crepúsculo, con la cabeza velada por las sombras que sostienen dos ángeles
mientras que María Magdalena, con rostro triste, le unge los pies. Tras ellos
la Virgen apoya la cabeza en su mano y San Juan, a su lado, reza mirando al
cielo. En el suelo aparece un cesto con un paño, y junto a él la cartela de la
cruz y los clavos. El que sean ángeles en lugar de José de Arimatea y Nicodemo
los que depositen el cuerpo de Cristo en el sepulcro tiene antecedentes en la
pintura italiana del siglo XVI. La espontaneidad
y la genialidad que más tarde serán la nota predominante en Goya quedan
reflejadas en esta obra en el intenso colorido y en las pinceladas rápidas y
sueltas en la ejecución. (texto extraído
del catálogo en línea del Museo Lázaro Galdiano, donde se expone la obra)
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