Pintura, junto a “escena de
disciplinantes” que se exponen en el Museo Lázaro Galdiano, que han sido
atribuida a Francisco de Goya, excepto por algunos críticos modernos. El Museo
sigue considerándolas, con reservas, obra de este pintor, hasta que se emita
una autoría definitiva.
La escena es idéntica a la que
aparece en el cuadro “La segunda boda del jorobado”, que se expone en el Museo
de Romanticismo, que al igual que el anterior, parecen copias del que podemos
ver en el Museo del Louvre, atribuido igualmente a Goya.
La composición se desarrolla en
el interior de una iglesia. En el centro aparece una pareja arrodillada frente
a un altar, y junto a ellos el sacerdote de pie. En segundo plano, y rodeando a
los contrayentes, los asistentes que contemplan la ceremonia también
arrodillados. El novio, de pelo cano y pronunciada joroba, viste una levita
amarilla; la novia, vestida de negro cubre su cabeza con una mantilla blanca,
mientras que el clérigo, ataviado con una casulla rosácea, sujeta un libro
entre sus manos. La iluminación procede de un ventanal alto y enrejado en el
lateral izquierdo de la escena. Predomina en la obra la pincelada suelta y muy
abocetada, con las figuras apenas esbozadas.
El tema del cuadro trata del
matrimonio desigual y viene a ser una denuncia de las uniones de conveniencia
en las que priman los intereses económicos o de sangre frente a los enlaces por
amor. En el cuadro queda patente la diferencia de edad de los dos cónyuges. Estos
matrimonios de conveniencia, muy comunes en el siglo XVIII, fueron muy
criticados por Goya en “Los Caprichos” y por Leandro Fernández de Moratín en su
obra “El sí de las niñas”, al igual que más tarde haría Mariano José de Larra
en su artículo “Casarse pronto y mal”.
Excelente cuadro.
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