Una de las obras más destacadas
de la primera exposición que Dalí hizo en las Galerías Dalmau de Barcelona en
1925 es este retrato de su padre. El pintor concentró en la expresión severa
del rostro, especialmente en la mirada incisiva y penetrante, la fuerte
personalidad de su padre, con quien mantenía una relación no demasiado cordial.
El dominio técnico que en aquel
momento ya tenía Dalí se aprecia en los perfiles dibujados con nitidez, en el
tratamiento de la luz y las sombras, y en la potencia expresiva de las
tonalidades sobrias.
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