Philippe de Champaigne fue un
pintor belga nacido en Bruselas en 1602 en el seno de una familia pobre. En
1621 se trasladó a París, donde trabajó con Nicolás Poussin en la decoración
del Palacio de Luxemburgo bajo la dirección de Nicolás Duchesne. La popularidad
que alcanzó Champaigne en la corte francesa le enemistó con aquél, por lo que
decidió volver a Bruselas a vivir con su hermano. Tras la muerte de Duchesne, regresó
a París y se casó con su hija; trabajó para la Reina Madre, María de Médicis, y
para el cardenal Richelieu. Fue miembro fundador de la Academia de pintura y de
escultura en 1648.
Champaigne está considerado como
un pintor excepcional por la brillantez de sus colores, el azul lo plasma de
forma casi sobrenatural, y por el rigor de sus composiciones. Su obra es muy
numerosa, fundamentalmente de tipo religioso y retratos. Uno de estos retratos
es el de “Les Enfants Habert de Montmor” que se conserva en el Museo de Bellas
Artes de la ciudad francesa de Reims y donde podemos ver a los siete hijos de
Henri-Louis Habert.
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