Esta pequeña pintura al óleo sobre
lienzo figuraba en 1928 en la colección de los Conde de Gabarda en Zaragoza,
que la tenían por herencia desde su antepasado don Juan Martín de Goicoechea,
amigo y protector de Goya, a quien se la regalaría el pintor hacia 1801. Se
trata de un borrón o esbozo de un sueño, un “capricho fantasmal”, una
fantasmagoría. La escena la centra la figura de un gran fantasma, un ser
demoníaco, de cuya cabeza salen dos cuernos, que se aparece a un grupo de
figuras humanas. Viste una capa negruzca y luce una larga cabellera que le cae
por los hombros. Cuatro figuras humanas están a sus pies, esquemáticamente
definidas mediante cortas pinceladas rosáceas. En el extremo inferior derecho
hay otras tres figuras humanas, que parecen femeninas, cubiertas con sábanas
blancas. A ambos lados del ser demoníaco principal aparecen otros dos seres
fantasmales: el de la derecha cubierto con una especie de capote y el de la
izquierda, más al fondo, se aleja hacia un foco espectral de luminosidad grisáceo-azulada;
lleva capa larga y va tocado con una especie de sombrero de dos picos. El borrón
está ejecutado “allá prima” sin correcciones.
(texto extraído de la cartela que
figura junto al cuadro en el Museo de Zaragoza)
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