Nuevamente Mariano Barbasán vuelve a representar una escena costumbrista en su conocida plaza de Anticoli. Se trata de una composición en la que diferentes personajes se entremezclan con animales, y en la que destaca el brillante colorido y la luminosidad, conseguidos mediante una técnica de pincelada abreviada y de pequeños toques de color siguiendo las directrices del impresionismo. El pintor refleja en el cuadro la realidad más cotidiana, con tres mujeres que conversan con un hombre que lleva una mula y un borrico cargado de hortalizas.
La composición se estructura con una perspectiva arquitectónica marcada por un edificio con los elementos característicos de una vivienda enraizada con las labores agrícolas. La balconada superior añade al conjunto un elemento típico más de la zona.
A destacar lo bien trabajadas que están las figuras, de una manera detallista, proporcionando vida propia a cada uno de los personajes que integran el paisaje.
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