En la década de 1530-1540, Forment realiza esta talla de alabastro policromada que representa a Santa Ana, la Virgen y el Niño. Esta iconografía de las tres generaciones es muy recurrente en la obra del artista, que utilizó hasta cuatro composiciones diferentes, de las que esta obra es la que presenta unas características renacentistas más acentuadas.
Destaca en el conjunto la elegancia de las formas, el plegado de las ropas que sirven para el estudio anatómico de las figuras. Con el contrapposto de la figura del Niño en diagonal, enlaza las imágenes de la Virgen y Santa Ana que se mantienen en equilibrio entre ellas. El resultado es una composición bellísima. Se trata, en definitiva, de una obra de madurez en la que se pone de manifiesto la elegancia de su estilo y la plena aceptación de las formas clásicas.
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