Roger van der Weyden está considerado el pintor más célebre e
influyente de la escuela flamenca en el período gótico. También se le conoce
como Roger de la Pasture o Rogier de le Pasture. Fue contemporáneo de Jan van
Eyck, aunque no llegaron a conocerse. Nombrado maestro en Tournai en 1432, en
1435 se instaló en Bruselas, que se convirtió en su residencia habitual. Allí
creó un taller y fue nombrado pintor oficial de esa ciudad (1436).
Estuvo en Italia para ganar el
jubileo de 1450, y allí conoció las obras del pintor Gentile da Fabriano. Roger
van der Weyden influyó en prácticamente todos los artistas de su entorno, tales
como Hugo van der Goes, Hans Memling, Petrus Christus, Dirk Bouts y Gérard
David. Su hijo Pierre también fue pintor, aunque no tan destacado.
Sus únicas obras firmadas eran
los cuatro paneles dedicados a la justicia que estaban en la Sala dorada del
ayuntamiento de Bruselas y que se perdieron en los bombardeos de 1945. Así
pues, no se conserva nada suyo firmado aunque las atribuciones son muy poco
cuestionables
Su obra se distingue tanto por la
interpretación de temas religiosos (patéticos y marianos) como por sus notables
retratos (Retrato de Felipe III de Borgoña). Pinta al óleo sobre madera, en
panel único, dípticos o polípticos. En sus primeras obras su estilo es
marcadamente gótico, hierático con fondos dorados. Posteriormente evoluciona
hacia líneas sinuosas y fluidas en cuerpos y en drapeados. Sus personajes
presentan un marcado corte realista.
Este cuadro de La Piedad resuelve
el tema tantas veces repetido con una asombrosa economía de medios. Puede
apreciarse aquí una apretada síntesis, una condensación del asunto, reducido a
sus cuatro principales personajes: Cristo muerto, la Virgen Madre, san Juan y
María Magdalena. Las figuras aparecen estrechamente agrupadas, de un modo
unitario, en un paisaje mínimo, sin más alusiones accidentales al drama que la
calavera –la de Adán, según las tradiciones medievales-, el bote de ungüentos y
el pie de la cruz, que destaca sobre el resplandor del ocaso. Toda esta
concentración, que está eficazmente al servicio de la expresividad, es la
fuente de la tremenda emoción que provoca esta pintura.
Sobrio y exacto como el propio cuadro. No se puede decir más con menos. Un artista y maestro total como hemos podido ver recientemente en la Crucifixión de El Escorial.
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