Esta obra de Jeroen Anthoniszoon
van Aeken, más conocido como “El Bosco”, no es una representación al estilo
tradicional de un Calvario, sino una composición votiva cuyo protagonista es el
donante que arrodillado al pie de la cruz, espera con rostro angustiado su
destino. San Pedro lo presenta ante Cristo crucificado, mientras al otro lado
la Virgen y San Juan hablan entre sí como intercediendo a su favor. El rostro
de aspecto cadavérico del hombre, junto con los huesos y la calavera
desparramados por el suelo y la presencia de cuervos, hacen pensar en que el
pintor quiso representar una versión original del juicio particular después de
la muerte.
La independencia del Bosco se
manifiesta en el planteamiento de la escena que prescinde de la simetría
tradicional. Lo que le interesa y logra en este caso es una expresión de hondos
sentimientos, en los que denominan la piedad y la esperanza. Tras las figuras
queda la limpieza del aire sobre un anchuroso paisaje que se dilata hasta la
silueta flamenca de la lejana ciudad.
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