Este retrato de Fernando VII fue
encargado a Goya por la Junta del Canal, junto con el del Duque de San Carlos,
en septiembre de 1814 a propuesta de Martín de Garay, nombrado poco antes
protector de dicha Institución. Por el trabajo, el pintor recibió la cantidad
de 19080 reales de vellón pagados en julio de 1815, fecha en la que estaban
terminados los cuadros.
Considerado como uno de los
mejores retratos que Goya realiza del Rey a su regreso a España una vez
terminada la Guerra de la Independencia, es una obra de corte oficialista y
propagandístico de la monarquía. El Rey aparece representado con gran frialdad,
incluso con antipatía, lo que hace pensar que sus relaciones personales con el
pintor no fuesen muy cordiales.
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