En este autorretrato el pintor
aparece de medio cuerpo en posición de tres cuartos, con la cara girada hacia
el espectador. A la edad de cincuenta y dos años, su rostro de gran luminosidad
está realizado con gran realismo, evidenciando así el paso de los años. El
resto de la obra es de tonos oscuros con ejecución más rápida y vigorosa
a base de grandes trazos. El cuadro pertenece a la última etapa como artista de
Gárate; durante su carrera retrató a personajes de todas las clases sociales, desde
representantes de la alta sociedad española hasta tipos populares portadores de
usos y costumbres; en los retratos familiares dejó patente su cariño, siendo
obras más intimistas.
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