Al igual que el anterior de su
marido Carlos IV, este retrato de la reina María Luisa de Parma fue un encargo que
los trabajadores de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla hacen a Goya con
motivo de la primera visita que los recién coronados reyes hacen a la ciudad en
1789.
Se trata de sendas réplicas que Goya
hizo de los retratos de los monarcas que pintó con ocasión de su subida al
trono, y que se conservan en el Museo de Zaragoza. La reina se representa de
pie ataviada con un elegante vestido de seda azul con bordados en oro, muy
entallado en la cintura; sobre el pecho luce la cruz de la emperatriz María
Teresa de Austria y en la mano porta un abanico cerrado. Va tocada con una llamativa
escofieta, tocado de gasas y plumas a la moda francesa. El fondo está decorado
con un cortinaje dispuesto en diagonal en tonos verdes, y sobre la mesa situada
a la izquierda reposan la corona y el manto de armiño, símbolos de la realeza.
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