Este retrato de María Teresa de Madrazo es el tercero de los cuatro individuales que Luis de Madrazo hizo a su hija. Pintado hacia 1880, la niña, que entonces tendría 15 o 16 años, luce un vestido blanco y sostiene en la mano una tórtola, clara alusión a la pureza y a la sencillez, simbología muy acorde con el espíritu religioso del pintor.
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