Cuando Gauguin llega a Tahití en
1891 se dedica a realizar retratos para conseguir dinero rápido. Entre ellos
éste de Suzanne Bambridge, dama inglesa casada con un jefe tahitiano, quien
pagó 200 francos por el retrato, cantidad que a Gauguin le pareció
insuficiente. La figura de la dama aparece vestida con un traje estampado,
sentada en una silla y recortada sobre un fondo de papel pintado con una flor a
la izquierda del espectador.
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