Robert Campin ha sido durante mucho tiempo una figura desconocida. Su obra se atribuía al llamado “Maestro de Flemalle”. Una vez definida su verdadera identidad, y estudiada su obra, se le considera como uno de los grandes precursores de la pintura flamenca, algo que se puede comprobar observando este cuadro donde representa la escena de La Anunciación, considerado como una sus mejores obras. Existe una perfecta captación de la realidad, llevada al espacio bidimensional de la pintura mediante la observación empírica y no mediante las reglas de la geometría y la matemática, como sucedía en el Quattrocento, paralelo al arte de Campin. Campin emplea como material básico la témpera, puesto que el óleo apenas estaba desarrollado. Tardaba mucho en secar y sólo servía para dar retoques y no como base del cuadro. Por esta razón, la pintura de Campin es muy minuciosa y detallista, pero carece de la transparencia y el brillo que otorga el óleo.
En el cuadro destaca el tratamiento de las telas. Así, vemos como las túnicas de los dos personales se convierten en ángulos agudos al plegarse en el suelo, lo mismo que ocurre con el cojín y la funda de la tarima, que en principio no tendrían que plegarse de esta forma. Es una elección estética, que da variedad a una superficie llenándola de curvas, ángulos, sombras y luces. Como precursor de un nuevo estilo, también podemos encontrar ciertas torpezas, problemas que se le presentan al pintor y que aún no han encontrado una solución adecuada. Por ejemplo, los fondos antes de Campin apenas estaban desarrollados y solían sustituirse por una superficie dorada uniforme. Ahora en cambio, Campin plantea todo un espacio ilusionista que finge la profundidad de una habitación en una casa flamenca de su época. Pero la proyección de los objetos en el espacio se le escapa y la mesa, por ejemplo, está volcada hacia el espectador, mientras que la tarima se orienta en diagonal hacia el fondo en una línea demasiado vertiginosa.
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