En este cuadro, el tema sacro ha
prescindido de todo hieratismo para convertirse en la anécdota familiar e
íntima de una madre que da de comer a su hijo en una habitación burguesa
poblada por los objetos cotidianos, junto a una ventana tras la que aparecen el
jardín, la vecindad y, más lejos, el bosque. El artista combina así el asunto
religioso y la escena de género, algo que harán en el futuro algunos pintores,
como, por ejemplo Velázquez en su Jesús en casa de Marta y María. En este
sentido, el pequeño cuadro de David representa una innovación con deliciosas
posibilidades. Aunque parezca una obra menor, esta expresión de intimidad debió
de tener una calurosa acogida, pues se copió o se imitó repetidas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario