En este cuadro, Brueghel representa la parábola bíblica del Buen Pastor protegiendo a su rebaño. El
pastor aparece atacado violentamente por un lobo, cuyos dientes ya se enganchan
en su cuello. Al fondo, las ovejas de su rebaño huyen en un paisaje ondulado y
de escasa vegetación, que se completa con una localidad que se adivina en el
horizonte.
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