Luis de Madrazo pinta este
retrato de su sobrina y cuñada Isabel cuando contaba unos 22 años. Se trata de
una elaborada composición, cercana a la pintura costumbrista de la época, donde
Isabel aparece de pie, vestida de negro y con mantilla blanca. El retrato está
ambientado en un interior, posiblemente el mismo domicilio de la joven, en el
que destaca el tapiz flamenco en el muro del fondo y un piano vertical con
candeleros de bronce dorado y partituras. El instrumento musical es una clara
alusión a la afición a la música de la retratada, que era una experta pianista
y cantante, y como tal participaba en tertulias y conciertos familiares y de
amigos.
Cronológicamente se sitúa esta
obra antes de la partida de Isabel a Paris en 1868. Por entonces, también la
retrató Mariano Fortuny, y Federico lo hizo en 1875 en la capital francesa en
un espléndido óleo que se quemó en el incendio acaecido en Lekeitio.
Este retrato recuerda mucho al
que pintó Federico de Isabel Falcó y Osorio, hija de los duques de Fernán
Núñez, a cuyo palacio acudía frecuentemente Isabel de Madrazo para asistir a
bailes y representaciones. En ambas pinturas, las protagonistas lucen vestido
negro, se cubren con mantilla blanca y sostienen en la mano un abanico cerrado
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