Monet sentía una gran atracción por
Londres debido a sus nieblas, incluso llegó a decir “sin niebla, Londres no
tendría atractivo". Por ello la visitaba frecuentemente en otoño e invierno. Los
efectos nebulosos de los cuadros que allí pinta eran comenzados al aire libre y
acabados en el taller, por lo que transgredía en parte las teorías
impresionistas, justificándolo con una mejor aplicación del color al ajustar la
armonía cromática en el estudio. El edificio neogótico del Parlamento
londinense protagonizará buena parte de las obras realizadas en la capital
británica. Su inconfundible silueta se desdibuja por efecto de la niebla y del
cielo tormentoso, entre el que intenta despuntar el sol abriéndose paso y
provocando un luminoso reflejo anaranjado en las aguas del Támesis. Las formas
desaparecen, pero Monet sólo está interesado por armonías cromáticas y efectos
lumínicos, cayendo casi en el simbolismo.
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