Dotado de un evidente sentido
naturalista, complaciente y brutal a la vez, que toma a menudo un tono
moralizador y satírico, Jordaens inundó su pintura de sensuales burgueses y
rudos campesinos flamencos, transformados en lúbricos dioses y libidinosas
diosas en La alegoría de la Fecundidad y Pan y Siringa.
Siringa era una ninfa arcadia de
cuya belleza se prendó Pan, dios de los pastores y de los rebaños. El dios
persiguió a la joven y cuando iba a alcanzarla, Siringa se transformó en caña.
El soplido del viento provocó el gemido de las cañas por lo que Pan tuvo la
idea de unir varias cañas de desigual tamaño y, una vez pegadas con cera,
fabricar el instrumento musical al que dio el nombre de la ninfa en su honor.
El artista nos pinta el momento
de la persecución, colocando en primer plano la figura que personifica el río
Ladón, donde se produjo la transformación. Dos amorcillos acompañan la escena,
que presenta el dinamismo identificativo del barroco flamenco, así como la
dependencia de las figuras monumentales de Miguel Ángel que tanto admiraba
Rubens, maestro de Jordaens. Las diagonales organizan la composición, ocupando
el centro de la escena la mano del dios, en un claro gesto de posesión que en
este caso no pudo consumar. El contraste entre la nacarada piel de la ninfa y
la curtida piel de los dos hombres es otra seña de identidad de la pintura
rubeniana, así como la rápida pincelada adoptada de la escuela veneciana.
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